Lo primero que se me ocurre

Secreciones. De cuando en cuando leo libros de los que aquí no dejo rastro. Son tan poco relevantes… ¿El último caso? Venga, me confieso. Durante unos días estuve leyendo Dios los cría…, un libro de conversaciones de  Albert Boadella y Fernando Sánchez Dragó.

Nunca me han interesado ambos histriones, pero cuando empecé a leer el volumen me dije: oye, pues vamos a ver cómo envejecen estos dos satíricos. Lo mismo se vuelven ancianitos sensatos. Quiá.

Se enorgullecen de pertenecer a un mundo en desuso o en declive, un mundo que tenía a los viejos como seres prudentes, juiciosos. ¿Y que nos encontramos? A dos palabreros deseosos de asustar, dispuestos a soltar lo primero que se les ocurre.  Supongo que se creen émulos de Jonathan Swift, del Jonathan Swift que publicó Una modesta proposición.

¿Lo recuerdan? Me refiero a aquel ensayo en el que Swift defendía la venta de hijos para obtener mayores ingresos: ya que los campesinos irlandeses tenían serios problemas de abastecimiento, decía, pues que vendan sus hijos a los terratenientes para así satisfacer su apetito: que se los coman. «Un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout». Cómanselos, pues. Se acabarán las bocas excedentes y, de paso, se saciará la gula de los grandes propietarios. Tendremos un próspero negocio de charcutería fina.

Pero Sánchez Dragó y Boadella sólo son un triste remedo de Jonathan Swift: lo suyo es un certamen de secreciones. Quieren ser tan retadores, quieren decir cosas tan enormes y provocadoras, que, uf, me escandalizo: mi paladar no está hecho para tan selecto menú.  Tras páginas y páginas de gore y chismes sicalípticos, el lector comienza a sentir un pelín de asco y mucha incredulidad. Primero es el estupor, luego es el aburrimiento. Me recuerdo leyendo, sí, y bostezando también: para una broma con cierta gracia que se les ocurre, los interlocutores añaden barbaridades o tontadas que difícilmente se aguantan. Son incorrectísimos (uy, qué miedo) y se jactan de sus atronadoras metáforas, de su munición verbal. Se ven, además, como purgantes o depurativos. En realidad, son ellos los que deberían administrarse esos preparados.

En el libro de Sánchez Dragó y Boadella, todo gira en torno al sexo. Dale que te pego con el sexo propiamente oral: un bla bla bla de proezas amatorias que recuerdan a las exageraciones de los cazadores fanfarrones. Ignoramos otras secreciones: aunque hablen de la inflamada nación, de la España que destruyen los socialistas y otros antipatriotas, la cháchara acaba en el sexo crepuscular de Fernando Sánchez Dragó.

Página tras página, el libertino (uy, qué miedo) nos relata sus lances amorosos con chicas y más chicas que por supuesto caen rendidas ante un Casanova de evidentes atributos. Mientras tanto,  Boadella hace de compinche riéndole las gracias; hace de claque, aplaudiendo sus corridas; hace de palmero, de espectador que jalea. Él representa su papel de catalán puritano, algo reprimido y doméstico, un ancianito melindroso. 

Ambos creen tener una meta edificante, la de instruirnos en el libertinaje, en el libertarismo, en el liberalismo. ¿Charcutería fina? No. Nos sirven un plato de bullshit con algo de guarnición: alfalfa espiritual y palabrería excedente, verbosa.

¿Dios los cría…Dios los cría y ellos secretan.

 Biblioteca

Novedad: Francisco Fuster, América para los no americanos (Idea, 2010).

Me permitirán que ahora no me pronuncie. Saludo al autor, amigo de esta casa, y le doy la enhorabuena. Ya habrá momento de comentar dicho libro. Lo he leído y les aseguro que es una sutil e informada aproximación a Norteamérica. Encima amenaza con presentarlo en Valencia. Simpática iniciativa.

¿La fecha? El 15 de diciembre. Estaremos atentos a sus indicaciones y a los detalles del acto  (aquí).

9 comentarios

  1. Un compositor español culto (lo menciono por atípico), Miguel Ángel Coria, compuso una obra: «Una modesta proposición para que los compositores pobres de España no constituyan una carga para sus padres ni su pais y sean útiles al público» en 1979. Quería avisar de que era una obra humorística y de que pretendía escandalizar (era vanguardista). No cumplió su propósito porque lo único que pensaron los otros músicos fue: «Ya está Miguel Ángel con sus cosas». Ya he dicho que lo de la cultura, entre los músicos, al menos de esa época, era una rara peculiaridad. Entonces Coria (1937) era joven y aún quería escandalizar. Hoy ya no. Hoy es un señor serio que trabaja seriamente y que no hace guiños que sabe que nadie percibirá.

    Que Sánchez Dragó, que siempre ha sido un botarate, siga de enfant terrible es una pena, aunque era de esperar. Ya no sabe uno si es enfant terrible o viejo gagá, pero lo de Boadella… A mí me parecía un hombre de talento, un estupendo hombre de teatro y, una cosa es «sentar un poco la cabeza» y otra, muy otra, reírle las gracias a Sánchez Dragó, escribir con él y hacer las cosas que está haciendo ahora ¿Será, también demencia senil? Una pena.

  2. Leí hace un par de años ese texto de Jonathan Swift. Yo lo aplicaría al principio de la reducción de costes en que actualmente se sustancia el credo neoliberal. Un amigo me contó que, en cierto país del Extremo Oriente donde querían venderle un contingente de relojes, le llevaron a visitar una fábrica como para hacerle una gracia. Estaba llena de niños. No nos hace falta hiperbolizar la parodia como Swift, comerse a los niños sería un error, pues resulta poco rentable. Es mejor emplearlos en turnos interminables en las fábricas de los tigres asiáticos, por no hablar de los niños-soldado de África, los niños-sicario de Hispanoamérica, las niñas prostitutas de tantos sitios… Quizá parezca demagogia, pero es curioso que creamos haber creado un mundo confortable para nuestros a veces sobreprotegidos niños cuando si analizamos la situación global del planeta advertimos que eso a la que llaman «la infancia» se ha convertido en una pieza maestra de todos aquellos mundos de los que deberíamos preservarlos, empezando por el de todas esas fábricas de zapatillas en cuyos spots te insisten en que debemos querer mucho a los críos.

  3. Me pasa como a Ana, que no puedo decir lo que Serna, que Albert Boadella me produjera «desde siempre» escepticismo. Hubo un tiempo en que Els Joglars significaban algo que merecía, creo, la pena. En cierto momento posterior incluso llegué a ver con buenos ojos que denunciara la sacrosanta política cultural del pujolismo, más apesebrada y clientelista que nadie, pero convencida de su invulnerabilidad a las críticas porque ya se sabe que si uno es nacionalista sólo se les puede criticar si uno es españolista, franquista… y todas las demás majaderías al uso.

    Ya hace demasiado tiempo que Boadella no me parece más que un pobre vendedor de crecepelos que quiere conservar su hacienda a costa de buscar públicos a los que todavía les haga gracia ese humor grueso -cada vez menos oportuno, cada vez más banal y más prescindible- y supuestamente refractario a los «poderes establecidos». El problema de Boadella es que ya hace mucho que no hace daño. Hay quien supera el fin de las dictaduras, hay quien, por el contrario, sólo sabe vivir «contra» ellas.

    En cuanto a Sánchez Dragó… ay, señor. No me interesó jamás nada de lo que escribió y nada de lo que dijo, pero debo reconocer que he visto muchos de sus programas nocturnos porque tiene cierta habilidad para atraer a personajes que -incluso con un toque friki a veces- merece la pena escuchar. No me refiero al tontarras de Arrabal, hay otros muchos que me han proporcionado ratos televisivos divertidos. Por lo demás me parece -como Boadella, no me extraña que se junten- un diletante que convence a tres o cuatro incautos de que nos va a contar el Secreto del Tío Moreno, ahora con el budismo, después con el sexo tántrico, mañana con «Cristo es amor» y pasado demostrándonos que en los consejos de ministros del PSOE se celebran misas negras.

    Por cierto, y hablando de sexo tántrico. Hay que ver lo obsesionados que están los viejales de derechas con el sexo, es una cosa casi patológica. Fíjense bien y verán como lo meten en todas partes. Cuánto daño hizo Franco…

  4. La portada de «Dios los cría…» parece el cartel de una peli de Pajares y Esteso en sus mejores tiempos.

  5. No sé si parece el cartel de un película de Pajares y Esteso. A mí me recuerda otra cosa: una foto de dos mozalbetes, en un pueblo del interior, a punto de hacer una trastada, una barrabasada o una cabronada. Son como dos niños traviesos que posan tras romper a pedradas los cristales del vecino. O es como Los 400 golpes, de François Truffaut, pero sin glamour.

  6. Siempre leo su crítica de libros. Me orientan para saber si los debo leer (previa compra, claro) o no.
    Este libro de dos personajes, que han pasado del odio al amor, no son producto de secreciones, que tienen una función vital (leche, hormonas, jugo gástrico…) sino excreciones que eliminan los malos humores en forma de orín o excrementos, a veces residuos de buenos alimentos,que son eso, shit.

    Sigo ilustrándome con «Els ferrocarrils a la Safor».

  7. Arnau, he empleado deliberadamente la palabra «secreciones» en vez de excreciones porque creo que en Boadella y Sánchez Dragó hay esa función vital que usted oportunamente señala. Permítame esta tonta precisión que hago, aunque sé que usted es médico de renombre. Boadella y Sánchez Dragó no expelen excrementos u otros residuos metabólicos: secretan materias útiles o funcionales que a la intemperie se pudren. Es decir, cuando les dan forma verbal.

  8. El País, 26 de octubre de 2010:

    «Sánchez Dragó reconoce en su último libro haberse acostado con dos niñas de 13 años».

    Leer más.

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